viernes, 28 de noviembre de 2008

Las ciudades y sus escritores


El galardón entregado a Marsé me ha hecho recordar a mi familia catalana, la que nunca conocí pero que siempre estuvo presente en los labios de mi madre. Se trataba de un matrimonio con tres hijos varones que se trasladaron del pueblo (Ciudad Real) a Barcelona en busca, fundamentalmente, de trabajo. Todo muy normal pensando que esto ocurrió en los años sesenta, época de las migraciones rurales hacia unas capitales prometedoras, que en el caso de mis padres, recaló en Madrid.

El caso es que para mí, los hijos de este matrimonio, se convirtieron en personajes de novela. El más mayor tuvo muchos problemas. Comenzó a trabajar en una constructora y se enamoró la de la hija del dueño, quince años menor que él. Niña burguesa, guapa, joven… Su padre entró en cólera al enterarse e incluso llegó a enviar matones para evitar lo que el tiempo demostró que era inevitable (parece de Eduardo Mendoza). Sí. Mi primo se casó con ella, tuvo hijos, fueron felices… Ahora él parece un burgués catalán: con su buen acento, es del Barça, vive en un buen barrio y juegan al golf. Y si no lo hacen podrían hacerlo.

El hermano mediano comenzó a trabajar en la Zona Franca, para SEAT. Vive en un barrio obrero y su acento permanece intacto, como cuando salió del pueblo. Por supuesto, es del Espanyol. Quizá sea el menos poético. Tal vez el más interesante.

El tercer hermano se convirtió en hermana. Tuvo que poner más tierra de por medio y marchó a Francia donde vive como una reina regentado sus restaurantes de comida árabe. Se convirtió en mi ídolo infantil. Seis meses en Francia, seis meses en Larache. Seis meses de trabajo y seis meses de asueto (si no fuera por la imagen tan alegre que tengo de él/ella diría que es personaje de Goytisolo).

El caso es que entre mis lecturas y mis fantasías se me hace de Barcelona un lugar muy interesante.

Para una imagen del Madrid de los sesenta os recomiendo (si os dejáis) Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

A cielo descubierto



intemperie
(Del lat. intemperĭes).
1. f. Desigualdad del tiempo.
a la ~.
1. loc. adv. A cielo descubierto, sin techo ni otro reparo alguno.

Cuando el viento es frío y la luz cegadora se produce una violencia ambiental insoportable. Intemperie sensorial. Cuando estás rodeado de siluetas de personas, completamente vacías, sombras que te acompañan en un camino que no llega a ningún sitio. Intemperie intelectual. Cuando amas lo que no conoces o lo que no existe ni existirá, cuando buscas en el viejo baúl los sentimientos más profundos y descubres que no tiene fondo. Intemperie sentimental. Cuando te preocupas por los demás, procuras no hacer daño a nadie, buscas la armonía en tus relaciones y aún así hay alguien que piensa que podrías actuar de otra manera. Intemperie personal.


martes, 25 de noviembre de 2008

Puntos que no deberían tener retorno

La noticia del día: Hernández Mancha regresa para comparar a Rajoy con Gandhi. Como si es para darnos la receta del arroz con leche. Me interesan sus comentarios lo mismo que el futuro político de Juan José Lucas.

Todos los medios de comunicación tienen un filón con la iglesia y los políticos trasnochados. ¡Cuánta audiencia y cuántos euros en juego!

No preguntéis por qué pero casi todas las noches veo, al menos, 10 minutos de un programa que se llama El gato al agua (Intereconomía TV). En él se analizan los temas de actualidad que al final todos terminan enlazando con lo terrible que es Zapatero y la poca idoneidad de Rajoy para su puesto.

El elenco de actores es para alucinar. Contertulios desde la derecha: Julián Lago, Alejo Vidal Cuadras, Juan Manuel de Prada. Contertulios desde la izquierda: Daniel Mújica y Pablo Castellanos. Todos ellos acompañados con una generosa copa de vino tinto (el que toque de promoción). Desde luego, lo que hace el vino no lo hace el agua. Y la inefable Carmen Tomás que, con la azafata, son las que beben agua (eso les quita algo de chispa).

Cuánta polémica absurda y qué retorcimiento en los argumentos. Lo mejor: los SMS que envían los televidentes del estilo "ZP de vacaciones y la gente muriéndose en los aviones". Es un programa realmente hipnótico.

¿Y lo que yo disfruto? ¿Debo contarle esto a mi psicólogo?

viernes, 21 de noviembre de 2008

jueves, 20 de noviembre de 2008

Como el hilo negro

Imagen tomada de http://64dillydally.blogspot.com/
Hoy me han despertado dos frases. “La CEOE propone una flexibilización del despido para que salga más barato y, con los recursos sobrantes, se puedan contratar nuevos trabajadores”. Hay que ser retorcido para llegar a esta conclusión. “Es que siempre se arrima al sol que mal calienta” (literal) es lo que decía una señora sesentona a sus amigas sobre otra ausente. Parece ser que la criticada se hacía la remolona a la hora de pagar las meriendas y, con el dinero reunido, se marchaba a Benidorm con su marido. Ha debido ser el traqueteo del tren el que me ha mezclado las dos frases en la cabeza. Y, efectivamente, lo que me sale es que vivimos en un sistema económico regido por soles pírricos que calientan menos que el sol de hoy en Madrid. Si “anticuado” es tener ideología ¿qué me decís del planteamiento de CEOE? Es más antiguo que el hilo negro. ¿O es novedad que paguemos siempre los mismos (trabajadores por cuenta más que ajena)?


¿Cuándo reciclaremos de verdad, compartiremos y reventaremos este puto sistema de mercado? Así no tendrán que reunirse para conocer la causa de la crisis. No quieren que tengamos conciencia de clase y van por buen camino.

No sé que tiene el día pero estoy de mala hostia. Menos mal que hoy nos vemos, Zurdo, así que procura no darme mucha caña.

viernes, 14 de noviembre de 2008

De azares y girasoles


Cuando me emancipé fui a vivir de alquiler a un pequeño apartamento con dos minihabitaciones y varios ejércitos de cucarachas bien escondidos que consiguieron echarme de allí no sin antes batallar, pero ese es otro tema.

Era un lugar acogedor. Las ventanas estaban orientadas al norte, por lo que los rayos de sol no entraban ni un solo segundo. A los pocos días de estar allí me di cuenta que la cocina se iluminaba cuando desayunaba los fines de semana. Yo pensaba que el mundo se había vuelto del revés, el sol buscando al girasol. Me gustaba pensarlo. Al tercer sábado me asomé y pude ver la trayectoria del reflejo del rayo de sol sobre una ventana para finalmente verter sobre mi cara.
¡Qué complicadas son a veces las cosas! Y qué bien resuelven los azares.

Por cierto, qué bonita película Los Girasoles, con Mastroianni y la Loren en todo su esplendor.