martes, 6 de abril de 2010

Mi Gran Vía



Yo trabajaba en la calle Desengaño (no es un metáfora), entre Ballesta y Barco.

En la trastienda de la Gran Vía viví durante siete años, de ocho a cinco, de lunes a viernes. Doña Manolita, la portera con su hija y su yerno siempre vestidos de chándal; Celia la estanquera viuda, los mancebos de de la droguería Riesgo con sus ojeras y su batines blancos; Perico de Casa Perico y sus fabulosas comidas; la Puri, una vieja puta que no fallaba a su cita diaria; el farmacéutico y su mirada, los trabajadores de Telefónica antes de las contratas de las contratas: el Chelu y su ley de la taberna (paga el que está dentro), Martín y sus desvaríos mujeriegos; la familia que llevaba Total Percusión, los trabajadores de Canal Plus y las chicas de Zara en el desayuno, desconocidos buscando sexo, algún famoso saliendo de la Ser, compras en Sepu donde nunca encontrabas nada de lo que hacía falta.

Se celebran cien años de Gran Vía, uno de los escenarios de mi vida, quizá de mis días más felices.