La retocadora de palabras

martes, 6 de abril de 2010

Mi Gran Vía



Yo trabajaba en la calle Desengaño (no es un metáfora), entre Ballesta y Barco.

En la trastienda de la Gran Vía viví durante siete años, de ocho a cinco, de lunes a viernes. Doña Manolita, la portera con su hija y su yerno siempre vestidos de chándal; Celia la estanquera viuda, los mancebos de de la droguería Riesgo con sus ojeras y su batines blancos; Perico de Casa Perico y sus fabulosas comidas; la Puri, una vieja puta que no fallaba a su cita diaria; el farmacéutico y su mirada, los trabajadores de Telefónica antes de las contratas de las contratas: el Chelu y su ley de la taberna (paga el que está dentro), Martín y sus desvaríos mujeriegos; la familia que llevaba Total Percusión, los trabajadores de Canal Plus y las chicas de Zara en el desayuno, desconocidos buscando sexo, algún famoso saliendo de la Ser, compras en Sepu donde nunca encontrabas nada de lo que hacía falta.

Se celebran cien años de Gran Vía, uno de los escenarios de mi vida, quizá de mis días más felices.

martes, 10 de noviembre de 2009

El sitio de mi recreo


Los urbanitas de nacimiento necesitamos aires purificadores.
Yo los he encontrado a una horita de Madrid pero no se lo digáis a nadie.

Pinos, encinas, olivos, algún níscalo, miles de bolos de granito y una cigüeña que casi me mata del susto mientras ella bebía agua tranquilamente en el río.
Lo prometido es deuda, Irre.


Una delicia.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Metroexperiencias

Yo sólo leo en los trayectos en metro, no tengo tiempo para mucho más pero he conseguido una concentración tal que no soy capaz de recordar cómo he logrado llegar a mi destino sin apenas levantar la vista del texto. Después de unas semanas de lectura intensa (Almudena Grandes, Bolaño y tres textos no publicados pero muy interesantes), hoy he decidido coger el periódico gratuito e intentar relajar mi mente. Dentro del diario venía un folleto publicitario y me he sorprendido a mí misma ojeándolo con la misma intensidad que cuando leo un libro.
Habitualmente, cuando leo novelas (es lo que más leo), procuro ponerme en la piel de los protagonistas e intento vivir con la misma intensidad que ellos lo que el autor va narrado. Los aires difíciles me han dejado extenuada emocionalmente y Bolaño me ha dejado el cuerpo molido. Me encanta esa sensación.
Como iba diciendo (que se me va el hilo) esta mañana comencé involutariamente a devorar el folleto publicitario. De repente caí en que no tenía pantalla de plasma, ni licuadora, ni freidora, ni sandwichera, ni robot de cocina que me los buenos días. Mi móvil es antediluviano (aunque me sigue permitiendo lo que quiero, vaya, hablar por teléfono), no tengo PSP, ni Wii, ni cámara para grabar vídeos, ni e-book... Por un momento me he sentido un ser muy pobre y desdichado. ¿Serán esos aparatos lo que me falta para una vida perfecta?
Menos mal que, una vez llegada al zulo laboral, las aguas ha vuelto a su cauce. Tampoco hoy recuerdo el camino que me ha llevado hasta allí pero he salido por las puertas de Urende sin caer en la tentación. Tampoco hoy iré al centro comercial. Necesito empezar de nuevo un buen libro.

lunes, 26 de octubre de 2009

Amor fraternal

Rosa trabaja de manceba en una recóndita farmacia de barrio, siempre entre barrotes, temerosa de la llegada de algún delincuente con ganas de tomar drogas de las que necesitan receta. Ella, de aspecto, es poca cosa. Apenas 30 años y 50 kilos, morena y con aspecto mojigato. Cuando cierra a mediodía la farmacia sube a su casa y come con sus ancianos padres y descansa un rato en el sofá. A las cuatro tiene que ir, como todos los días, a recoger a su hermano que viene en el autobús de ruta desde el colegio “especial”.

Siempre la veo a las cuatro menos cinco, haga sol, llueva, haga viento o no haga. Nunca falla a su cita. Él baja del bus con ayuda de la auxiliar y Rosa lo sienta en la silla de ruedas, le de un beso y juntos van por la calle abajo ambos con la mirada perdida.

Esta escena la he visto cientos de veces a lo largo de estos años pero hace unos días fue distinta. El viento arreciaba fuerte y yo llegaba justo cuando él baja del autobús. Rosa empujó con fuerza la silla de ruedas y los dos salieron despedidos calle abajo. Yo me asusté hasta que ví como los dos, por primera vez desde que los conozco, reían sin poder parar tirados y abrazados en el suelo.

No sé expresar exactamente lo que sentí pero sí supe reconocer lo que es el amor fraternal, la entrega y el sacrificio incondicional.

viernes, 9 de octubre de 2009

Corderos con piel de lobo


Había oído hablar de lobos con piel de cordero y constato la existencia de corderos con piel de lobo.
Ayer llegó la noticia que en el zoo de Gaza (no imaginé que en un contexto así alguien se preocupase de mantener un zoo) habían pintados a varios jumentos para que tuviesen aspecto de cebra y así, los niños del lugar, se hiciesen una idea de cómo son. Como ya es sabido, el problema es que en Gaza no puede entrar nada. Si no entra la ayuda humanitaria como para hacer hueco a unas cebritas para los niños. Curioso.
El problema se planteará cuando muera el oso. Cualquiera es el bonito que mete a un oso por los túneles de Rafah.

martes, 6 de octubre de 2009

Buscando asideros.


Tengo un amigo que sufre porque el desamor duele tanto como una noche sin estrellas.


Ha perdido los asideros que lo sujetan al mundo que lo quiere pero él piensa que no merece la pena agarrarse a ellos si no es a través de los ojos que le han condenado a su agujero.


Procuro tenderle la mano. Sólo responde con muecas de dolor.


El dicho y la experiencia nos dicen que el tiempo todo lo cura pero... ¡joder, cuánto cuesta!


Un beso, amigo.

martes, 1 de septiembre de 2009

Vivir de espaldas

Ya no quiero que me beses. Si no queda más remedio hazlo en mi espalda pues tengo miedo a que me contagies tu adorable sonrisa, tus infinitas ganas de vivir o la gripe.

Lo llevaré como una hermosa penitencia, acudiré a misa para que el sacerdote me expíe de culpas. No será difícil, me lo dirá de espaldas. Tiene miedo que le contagie mis deseos de justicia social, mis deseos sexuales o quizá la gripe.

Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine patris et filii et spiritus sancti…