Paseando esta tarde iba mirando al suelo y me he fijado que en los bordes de la acera, entre baldosa y baldosa, crecían flores. No se me ocurre un mundo más hostil para una flor pero allí estaba.
En contra de la teoría darwiniana sobre la selección natural por la cual la naturaleza permite vivir a los individuos más fuertes o inteligentes diré, muy al contrario, que sólo persisten los seres más acomodaticios a su entorno ecológico.
Así me siento yo en el trabajo que tengo desde hace ya doce años (¡Dios santo!). Como el cactus, transformo mis hojas en espinas para evitar la pérdida de energía. Como el camaleón, disfrazo mis sensaciones y me visto de azul y gris para pasar desapercibida. Me hecho rauda como el leopardo para huir de los malos farios, venenosa como aspid para asustar a mis posibles predadores…
Todas estas transformaciones no son un síntoma ni de fuerza ni de inteligencia sino un reflejo de cobardía y torpeza por no mandar todo al garete. Y lo que más me molesta es que soy así en el resto de ámbitos vitales.
En fin, cualquier día de estos desarrollo raíces aéreas y no paro de volar.
(IMAGEN TOMADA DE INTERNET)
Poesía - Jorge Arbenz
Hace 4 años