miércoles, 1 de octubre de 2008


El viento veraniego todavía resopla en mi cara. Desde la Punta del Sabinal (Almería) creía escuchar voces mirando al mar. Coro de voces magrebíes, voces negras, voces desesperadas, voces pobres… Imaginaba que estando yo allí podría llegar una patera. Y lo hizo pero yo no vi nada. La guardia civil se encargó de recogerlos y esconderlos. (o devolverlos). Dos años antes apareció en ese mismo punto un delfín enfermo. Lo arribaron a la playa y lo cuidaron, lo mimaron y hasta que su dolencia no cesó no lo enviaron de nuevo al mar.
¿Qué hacemos con los enfermos de pobreza?
¿Qué hago con esta puta conciencia y este sentimiento de culpa?
¿Por qué no soy capaz de olvidar la imagen de dos gitanas italianas muertas en la playa mientras los bañistas siguen como si tal?

2 comentarios:

Jove Kovic dijo...

Porque todavía conservas intacta la decencia, lo que dice cosas muy buenas de tí pero no trae más que problemas ( a tí y a cualquiera que la conserve)
Saludos cordiales, Marisa.

marisa bop dijo...

¿De qué sirve la conciencia si no va acompañada de acción? Soy atea pero mi actitud es muy cristiana; entono el mea culpa pero no cambio en nada.